domingo, 2 de octubre de 2011

Hallazgo

Perdido. Hace nueve años que llegué de Salamanca a buscarlo y hasta ayer, más que perdido, creía que Rubén estaba muerto, rete muerto. Quién, por muy cabrón, le dijo que no fuera pendejo y pusiera en una balanza a su familia y derechito y sin rumbo se viniera a buscar unos centavos y de paso otra vieja y todo lo que sin lana allá en Salamanca nunca iba a tener.

Así convencieron a mi viejo. Muy chula su primavera y ay va el muy güey diciendo y jurando que cuando ahorrara unos pesos iban a ser pa´ su chata y el Rubencito –que en paz descanse. Nomás con mirarle los ojos yo sabía que iba a volver. Pero después de tanto tiempo y si no extrañara que fuéramos nomás los dos, -hasta que nació el Rubencito- no habría venido hasta acá a buscarlo.

Y yo digo: para qué, para qué chingados vino mi viejo, si allá en Salamanca andaba como pez en el agua y yo lo amaba más o igual que ayer cuando me vio de arriba para abajo y sin reconocerme.

El tul de las burbujas

al maestro Isaac

Ni siquiera por ser muy tumutuoso frufrú de uruchurtu. Ni por rendirle cuentas al zulu del sur, que burlándose me preguntó: cuántas ovejas alcanzó a contar anoche. Y ni siquiera por eso supe que él sabía y tenía muy presente al estar evaluándome, que hace 10.4 noches antes, un tul de burbujas patas pa´rriba me había robado el sueño.

Sin duda alguna él se estaba burlando. Con sus diez dedos, cinco por cada mano, repiqueteaba su escritorio. Pero eso no me sorprende del zulu del sur. El muy sansolado irritante sin greñas no me sorprende con esos caballos que salen de sus dedos. ¡No!, la pregunta y el asombro está en quién le dijo sobre el tul de burbujas patas pa´rriba.

Ellas entraron hace 10.4 noches en un empaque lapicornudo sin manijas, con una sonrisita hipócrita, por el espacio que dejan las moléculas de que están hechos los vidrios de las ventanas de mi casa, de mi vecindario y de todos los pinches vidrios del mundo. Porque todos los vidrios son vidrios y no otra cosa.

Entonces él sabe del insomnio, de mí y del tul de burbujas patas pa´rriba. Que cabrón tan más listo. Lo único que le falta por saber para convertirse en el zulu del sur más inteligente de los sures es cuántas ovejas logré contar anoche.

Pues bien mi juez, mi verdugo, mi bandaletanía de sorbo. Usted no sabrá de mis ovejas y se quedará igual de pendejo que toda la parvada de tul de burbujas patas pa´rriba y su desfile socabún donde… de lo que yo era en el momento en que entraron y lo soy en este instante frente a usted Don señor zulu del sur.

¿Cuántas ovejas? Que sotrensonería. ¿Pero qué dijo usted? A este le hago la chafaldrana más grande del mundo. A este muy tumultuoso frufru de uruchurtu ahorita lo encierro en un consultorio y lo siento derechito, babeando y reconchinflando la cabeza para volverme el cabrolingeo más sabiondo de los zulus del sur. Pues ni eso, ni del otro, ni de aquello. Unicamente silencio y usted no ha de saber nada.

El hermano sol

Ayer mataron al Hermano sol quesque por nomás pisar los azulejos blancos. Yo no entiendo esas cosas. Chucho, mi hermano, dice que es pura de árabe eso de que el Hermano sol estuviera locuas. De todos quería ser compadre para comerse a las comadres y agarrarles sus cachetes a las ahijadas. ¿Pero qué?, a mí también me gustan todas y no por pura ardilla voy a darle un plomazo a un cabecilla. Porque eso sí, el Hermano sol era un campeón, un guerrero; capitán de la Banda sin hígado -el jojoi, el bambi, el poli, el quiko-, botellón etílicamente autorizado por la real fuerza ebria debido a su honor y valentía en cualquier combate.

Y es que había que verlos en los festines de Santa Cruz cuando llegaba la pirifoleada, los cuetes, el castillo del terror, los buñuelos, el futbolito; hasta mi papá se ponía re contento al poder pistear con el Hermano y compañía. Chucho y yo estábamos chavacanos. Yo siempre más bruja que él, me robaba el diezmo en misa hasta que la jefa me rompió el hocico por robarle a la casa de Dios.

Pero en fin, el Hermano sol siempre a la cabeza. Todo un caballero, en los ojos un carboncito, el cabello grasoso y en cada ceja un bosque negro. Dragón, malandrín, pero con los morros siempre regalando generosidad. Caminaba gandalla, bien mango, mamadón el chulo y aunque siempre roto acompañado de una doncella con un lunarcito en la cara. Ahora que lo pienso en eso nos parecíamos el Hermano sol yo: en lo jodidos.

Ya voy haciendo memoria. Una de esas noches de feria, llegó el Hermano sol muy espada con la hermana de Rosendo el zapatero; una hermosura de chamaca. “un manjar compadre, un verdadero manjar” habría dicho el astro sol. En fin el caso es que el Rosendo ya sabía del amorío de estos dos, pero aun así el orgullo es canijo.

La cosa es que el Hermano sol andaba al puro tirín con la orquesta, muy juntito y cantándole a la chamaca canciones de Maruca y Guty Cárdenas. Hasta que el Rosendo se le dejó ir muy lanza y luego luego que se me prensan. Rosendo, chaparrito como duende bien que le aguantó el trompo. Ya lo tenía agarrado de las piernas y pura mordida era su técnica hasta que el escuadrón de la muerte les puso un estate quieto a los dos y ay muere.

Después de eso no se habló del Hermano sol hasta lo del plomazo. Castigo, por caliente, por mátalas callando, por barrio, centavo chueco, bigotito corto; no por vivo, ni por locuas, ni ni madres; sólo por pisar, además de los azulejos blancos, también los negros